lunes, 26 de octubre de 2015

Elegí la vida



No quise dormir sin sueños:
Y elegí la ilusión que me despierta, el horizonte que me espera, el proyecto que me llena;
Y no la vida vacía de quien no busca nada, de quien no desea nada más que sobrevivir cada día.



No quise vivir en la angustia:
Y elegí la paz y la esperanza, la luz, el llanto que desahoga, que libera;
Y no el que inspira lástima en vez de soluciones, la queja que denuncia, la que se grita, y no la que se murmura y no cambia nada.



No quise vivir cansado:
Y elegí el descanso del amigo y del abrazo, el camino sin prosas, compartido, y no parar nunca, no dormir nunca.
Elegí avanzar despacio, durante más tiempo, y llegar más lejos, habiendo disfrutado del paisaje.



No quise huir:
Y elegí mirar de frente, levantar la cabeza, y enfrentarme a los miedos y fantasmas porque no por darme la vuelta volarían.



No pude olvidar mis fallos:
Pero elegí perdonarme, quererme, llevar con dignidad mis miserias y descubrir mis dones;
Y no vivir lamentándome por aquello que no pude cambiar, que me entristece, que me duele, por el daño que hice y el que me hicieron.
Elegí aceptar el pasado.




No quise vivir solo:
Y elegí la alegría de descubrir a otro, de dar, de compartir;
 y no el resentimiento sucio que encadena.
 Elegí el amor.




Y hubo mil cosas que no elegí, que me llegaron de pronto y me transformaron la vida.
Cosas buenas y malas que no buscaba, caminos por los que me perdí, personas que vinieron y se fueron, una vida que no esperaba.
Y elegí, al menos, cómo vivirla.


 

Elegí los sueños para decorarla, la esperanza para sostenerla, la valentía para afrontarla.
No quise vivir muriendo:
Y elegí la vida.
Así podré sonreír cuando llegue la muerte, aunque no la elija…

Porque moriré viviendo.

martes, 20 de octubre de 2015

Leyenda de sentimientos



Cuenta la leyenda que una vez se reunieron en un lugar de la tierra todos los sentimientos y cualidades de los hombres. 

Cuando el ABURRIMIENTO había bostezado por tercera vez, la LOCURA, como siempre tan loca, les propuso: -¿jugamos al escondite? 

La INTRIGA levantó la cara intrigada, y la CURIOSIDAD sin poder contenerse preguntó: - ¿al escondite? ¿Y cómo es eso? -Es un juego- explicó la LOCURA - en el que yo me tapo la cara y comienzo a contar desde uno hasta un millón mientras ustedes se esconden y, cuando yo haya terminado de contar, el primero de ustedes al que encuentre, ocupará mi lugar para continuar el juego. 

El ENTUSIASMO se halló secundado por la EUFORIA. La ALEGRÍA dio tantos saltos que terminó por convencer a la DUDA, e incluso a la APATÍA a la que nunca le interesaba nada. Pero no todos quisieron participar. 

La VERDAD prefirió no esconderse; ¿Para qué? si al final siempre le fallaban y la SOBERBIA opinó que era un juego muy tonto (en el fondo, lo que le molestaba era que la idea no había sido suya), y la COBARDÍA prefirió no arriesgarse... Uno, dos, tres... comenzó a contar la LOCURA

La primera en esconderse fue la PEREZA, que, como siempre, se dejó caer tras la primera piedra del camino. La FE subió al cielo, y la ENVIDIA se escondió tras la sombra del TRIUNFO, que con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto. 

La GENEROSIDAD casi no alcanzaba a esconderse; cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos: ¿que si un lago cristalino? ¡Hay ideal para la BELLEZA!; ¿que sí la rendija de un árbol? ¡Perfecto para la TIMIDEZ! ; ¿que si el vuelo de una mariposa? ¡Lo mejor para la VOLUPTUOSIDAD! ; ¿que si una ráfaga de viento? ¡Magnífico para la LIBERTAD! Así que termino por ocultarse en un rayito de sol, el EGOÍSMO, en cambio, encontró un sitio muy bueno desde el principio, ventilado, cómodo... eso sí, sólo para él. La MENTIRA se escondió en el fondo de los océanos (¡mentira, en realidad se escondió detrás del arco iris), y la PASIÓN y el DESEO en el centro de los volcanes, el OLVIDO... ¡se me olvidó donde se escondió!... pero no es lo importante. 

Cuando la LOCURA contaba 999999 el AMOR aún no había encontrado sitio para esconderse, pues todo se encontraba ocupado, hasta que divisó un rosal y, enternecido decidió esconderse entre sus flores. -¡Un millón!- contó la LOCURA y comenzó a buscar. La primera en aparecer fue la PEREZA, sólo a tres pasos de la piedra. 

Después escuchó a la FE discutiendo con Dios en el cielo sobre zoología, y a la PASIÓN y al DESEO los sintió en el vibrar de los volcanes. En un descuido encontró a la ENVIDIA, y claro, pudo deducir donde estaba el TRIUNFO. 

Al EGOÍSMO no tuvo ni que buscarlo; él solito salió desesperado de su escondite que había resultado ser un nido de avispas. 

De tanto caminar sintió sed y al acercarse al lago descubrió a la BELLEZA

Y con la DUDA resulto más fácil todavía, pues la encontró sentada sobre una cerca sin decidir aún en que lado esconderse. 

Así fue encontrando a todos: el TALENTO entre la hierba fresca, la ANGUSTIA en una oscura cueva, la MENTIRA detrás del arco-iris... (¡mentira, sí ella estaba en el fondo del océano!), y hasta el OLVIDO, al que ya se le había olvidado que estaba jugando al escondite. Pero solo el AMOR no aparecía por ningún sitio. 

La LOCURA buscó detrás de cada árbol, bajo cada arroyuelo del planeta, en la cima de las montañas y, cuando estaba apunto de darse por vencida, divisó un rosal y las rosas... Y tomó una horquilla y comenzó a mover las ramas, cuando de pronto un doloroso grito se escuchó. Las espinas habían herido en los ojos al AMOR, la LOCURA no sabía que hacer para disculparse; lloró, rogó, imploró, pidió perdón, y hasta prometió ser su lazarillo. 

Desde entonces, desde que por primera vez se jugó al escondite en la tierra, EL AMOR ES CIEGO Y LA LOCURA SIEMPRE, SIEMPRE, LE ACOMPAÑA.

la Furia y la Tristeza



En un reino encantado donde los hombres nunca pueden llegar, o quizás donde los hombres transitan eternamente sin darse cuenta. En un reino mágico, donde las cosas no tangibles, se vuelven concretas... 

Había una vez un estanque maravilloso. 

Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente...

Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía, la tristeza y la furia.


 


Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas las dos entraron al estanque. La furia, apurada, como siempre esta la furia, urgida, sin saber por qué, se bañó rápidamente y mas rápidamente aún, salió del agua... 

Pero la furia es ciega, o por lo menos no distingue claramente la realidad, así que, desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró... 

Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza... 

Y así vestida de tristeza, la furia se fue.

 



Muy calma, y muy serena, dispuesta como siempre a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro, o mejor dicho, sin conciencia del paso del tiempo, con pereza y lentamente, salió del estanque. 

En la orilla se encontró con que su ropa ya no estaba. 

Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia. 





Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta furia que vemos es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad... está escondida la tristeza.

Si la tristeza te invade, Sonrie :D



Si La Tristeza Te Invade, Sonríe!!!



Si el sonreír no basta, silba!!!…



Si el silbar falla, canta!



Si el cantar falla, brinca!!! ... 



Sino Bocea...



Busca dentro de ti los muchos motivos que tienes para ser feliz y estar agradecido, 

la tristeza se irá desvaneciendo como la nieve ante la caricia cálida del sol.

Si estás triste, no le des más cuerda al abatimiento, levanta tu ánimo!

Actúa como una persona feliz, y esta emoción se irá convirtiendo en una actitud permanente.


lunes, 19 de octubre de 2015

Que Razón tenías papá (Carta)



Que razón tenía papá
Cuando me dijiste que a mi edad 
Aun no estaba preparado para controlar mi vida, 
Que era yo muy joven, 
Que esperara un poco más de tiempo... 
Y luego tú mismo me ayudarías a independizarme. 
Y, sin embargo… preferí no escucharte… 
Te dejé con la palabra en la boca, 
Y me fui de la casa, 
Según yo, a comerme al mundo a rebanadas. 

Repetiste una y otra vez que tú y mi mamá sólo querían lo mejor para mí, 
Y que sus regaños no eran por desamor… 
Trataste de explicarme que la comprensión 
No significaba darme siempre la razón; 
Y a pesar de ello, 
En muchas ocasiones preferiste ceder, y callar; 
Con esa actitud tan conciliadora que adoptaba, 
Con tal de que yo no cumpliera mis constantes amenazas, 
Mientras yo los acusaba de ser los peores padres. 

Qué razón tenias papá, 
Cuando te acercaste a mí, 
Y me suplicaste que viviera conforme a mi edad, 
Porque la juventud es como un suspiro del alma, 
Y cuando nos damos cuenta, 
Los años nos llevan ventaja; 
Me suplicaste que no abandonara la escuela 
Porque de ello dependería gran parte de mi vida en el futuro; 
“no cometas el mismo error que yo, hijo”
Me dijiste en aquella ocasión, 
Y sin embargo mi respuesta fue tajante: 
“tú que sabes de eso? 
Lo que pasa es que tú ya estas viejo… 
No se como no te cansas de estarme dando zermones”… 

Fue por eso que, solo llegué hasta la secundaria… 

Recuerdo que mi madre me sentó cariñosamente en sus piernas, 
Y me habló de las mujeres, 
Me explico que una relación de pareja va más allá de la atracción física, 
Y la pasión; 
Platicó cómo se conocieron y la manera en que la conquistaste,
De la forma en que se ama a los hijos, 
Del respeto por la esposa, 
Y el cariño con el que se le debe tratar, 
Y ya ves, papá, 
Apenas cumplí la mayoría de la edad y me tuve que casar, 
Por esa falta de responsabilidad…
 

Qué razón tenías papá, 
Que antes de marcharme de la casa, 
Intentaste detenerme, 
Y con lágrimas en los ojos me aclaraste: 
“algún día tú también serás papá, Y me vas a entender, hijo”
Y en pago a eso te miré fijamente a los ojos y te dije: 
“yo sí seré un buen padre, 
A mis hijos, no los voy a estar fastidiando tanto, 
Dejaré que sean lo que ellos quieran, 
Y que sean felices”
Y en un tono más soberbio repetí: 
“yo voy a ser mejor que ustedes”. 
Me aconsejaste que, pasara lo que pasara, 
Viviera como viviera, nunca me humillara ante los demás, 
Porque la dignidad no se vende, no se pierde, 
Y hasta la libertad tiene sus límites, 
Y apenas me sentí libre, 
Aproveché para emborracharme con mis amigos hasta desfallecer, 
Y desperté tirado en una calle, sucio, maloliente; 
Me atreví a pedir limosna 
Y ante la desesperación se me hizo fácil robar, 
Aunque me advertiste que el enemigo no estaba en la casa, 
Sino en las calles, 
Disfrazado de falsos amigos, 
Absurdos placeres y dinero manchado…

 

Qué razón tenías papá, 
Cuando me adelantaste que si abandonaba el hogar, 
Mi madre moriría de pena y tristeza, 
Y yo qué hice… me burlé de tí, 
Te aclaré que si eso sucedía sería por tu culpa, 
Por la vida tan estricta que nos dabas, 
Por tus exigencias y por tu concepto de la disciplina y la responsabilidad, 
Porque cuando llegabas a la casa hacías llorar a mi madre con tus ridículos obsequios... 
Cuánto tiempo me tardé en comprender que esas lágrimas, 
Eran de alegría, y no de dolor o tristeza… 



Un día, me tomaste entre tus brazos y me dijiste muy quedito al oído 
Esas cosas que aún guardo en mi corazón: 
“ojalá nunca crecieras, hijo mío, 
Ojalá siempre fueras mi pequeñito y yo siguiera siendo tu héroe para toda la vida, 
Imaginar, que siempre tendrás 6 años”, 

Pero ya ves, papá, 
Hoy me arrepiento de todas esas palabras contra ti, 
De mis actos que tanto te dañaron, 
De tantas noches que te tuve a tí y a mi mamá en vela por no llegar de la fiesta, 
De las mentiras malarmadas que inventaba con tal de no escuchar tus sabios consejos, 
De recordar cómo te humillaste varias veces frente a mí, 
Con tal de yo tuviera esa falsa razón; 
De pisotear tu dignidad con mis gritos y reclamos, 
Y cientos y cientos de reproches en contra de ese cariño incondicional… 


Mírame ahora, papá
Sentado en una sala de hospital, 
Lleno de angustia, 
Esperando noticias sobre la salud de mi hijo, 
Ese… al que yo iba a educar… 
Mejor que tú a mi, 
Sí… también él se sintió grande, 
A pesar de mis consejos decidió no escucharme y, 
Hacer su propia vida como lo hice yo, 
Le pido a Dios que me ayude, 
Y a ti, mi gran héroe de siempre, 
Que ojalá me hayas perdonado… todo…. 
Me costó mucho tiempo, dolor, y sufrimiento, 
Pero después de tantos años, 
Logre entender que por fin te amé, papá, 
Más de lo que yo creía… 

Qué razón tenías, papá…



Respeta a tus padres... ellos siempre buscan lo mejor para ti... no los reproches ni los hagas sentir mal, porque cuando te des cuenta del mal que haz hecho ya seras grande y sera porque estaras pasando lo que ellos pasaron contigo... RESPÉTALOS...

viernes, 16 de octubre de 2015

El regalo mas grande...



El día que mi María José nació, en verdad no sentí gran alegría porque la decepción que sentía parecía ser más grande que el gran acontecimiento que representa tener un hijo. yo quería un varón.

A los dos días de haber nacido, fui a buscar a mis dos mujeres, una lucía pálida y la otra radiante y dormilona. En pocos meses me dejé cautivar por la sonrisa de María José y por el negro de su mirada fija y penetrante, fue entonces cuando empecé a amarla con locura, su carita, su sonrisa y su mirada no se apartaban ni un instante de mi pensamiento, todo se lo quería comprar, la miraba en cada niño o niña, hacía planes, todo sería para mi María José.

Un dia me dijo:

- Papi, cuando cumpla quince años, ¿cuál será mi regalo?.

- Pero mi amor si apenas tienes diez añitos ¿no te parece que falta mucho para esa fecha?.

- Bueno, papi, tú siempre dices que el tiempo pasa volando, aunque yo nunca lo he visto por aquí.

Y era verdad, María José ya tenía catorce años y excelente registro de calificaciones.
María José ocupaba todo el espacio en casa, en la mente y en el corazón de la familia, especialmente el de su padre.

Fue un domingo muy temprano cuando nos dirigíamos a misa, María José tropezó con algo, eso creímos todos, y dio un traspié, la detuve de inmediato para que no cayera; María José fue cayendo lentamente sobre el banco y casi perdió el conocimiento, la tomé en brazos mientras su padre, buscaba un taxi y la llevamos al hospital.
Allí permaneció por diez días y fue entonces cuando le informaron que su hija padecía de una grave enfermedad que afectaba seriamente su corazón, pero no era algo definitivo, que debía practicarle otras pruebas para llegar a un diagnóstico firme.

Los días iban transcurriendo, Randolf renunció a su trabajo para dedicarse al cuidado de María José, su madre quería hacerlo pero decidieron que ella trabajaría, pues sus ingresos eran superiores a los de él.

Una mañana Randolf se encontraba al lado de su hija cuando ella le preguntó:

- ¿Voy a morir, no es cierto?, eso te lo dijeron los médicos ¿verdad?

- No mi amor, no vas a morir, Dios que es tan grande, no permitiría que pierda lo que más he amado en el mundo.

- ¿Van a algún lugar?. ¿pueden ver desde lo alto a las personas queridas?. ¿sabes si pueden volver?


- Bueno hija, en verdad nadie ha regresado de allá a contar algo sobre eso, pero si yo muriera, no te dejaría sola. Estando en el más allá buscaría la manera de comunicarme contigo, en última instancia utilizaría el viento para venir a verte.

-¿ Al viento? ¿y como lo harías papi?.

- No tengo la menor idea hija, sólo sé que si algún día muero, sentirás que estoy contigo cuando un suave viento roce tu cara y una brisa fresca bese tus mejillas.

Ese mismo día por la tarde, llamaron a Randolf, el asunto era grave, su hija estaba muriendo, necesitaban un corazón pues el de ella no resistiría sino unos quince o veinte días más. 
¡Un corazón!.
¿De dónde saco un corazón?.
Lo vendían en la farmacia acaso, en el supermercado, o en una de esas grandes tiendas que hacen propaganda por radio y televisión.
¡Un corazón!.
¿Dónde?.


Ese mismo mes, María José cumpliría sus quince años.
Fue el viernes por la tarde cuando consiguieron un donante, las cosas iban a cambiar.
El domingo por la tarde, ya María José estaba operada. Todo salió como los médicos lo habían planeado.
¡Éxito total!.
Sin embargo, Randolf no había vuelto por el hospital y María José lo extrañaba muchísimo.
Su mamá le decía que ya que todo estaba bien y que sería el papá quien trabajaría para sostener la familia, María José permaneció en el hospital por quince días más, los médicos no habían querido dejarla ir hasta que su corazón estuviera firme y fuerte y así lo hicieron.

Al llegar a casa todos se sentaron en un enorme sofá y su mamá con los ojos llenos de lágrimas le entregó una carta de su padre.



María José, mi gran amor:

"Al momento de leer mi carta, debes tener quince años y un corazón fuerte latiendo en tu pecho, esa fue la promesa de los médicos que te operaron. No puedes imaginarte ni remotamente cuánto lamento no estar a tu lado en este instante.
Cuando supe que ibas a morir sentí que yo también moriría contigo, y me preguntaba ¿qué podía hacer?... después de tanto pensar y sentir mil cosas dentro de mí, decidí finalmente que la mejor manera de hacer algo por ti era darle respuesta a una pregunta que me hiciste cuando tenias diez años y a la cual no respondí.
Decidí hacerte el regalo más hermoso que nadie jamás ha hecho. Te regalo mi vida entera, sin condición alguna para que hagas con ella lo que creas que es mejor, sintiendo muchas cosas bellas y sabiendo que en el mundo lo más importante es que quieras vivir, ¡Vive hija!. 

¡¡¡¡TE AMO!!!!... 
También quiero que sepas que hoy, mañana y siempre estaré a tu lado, siempre. te amo y siempre te amaré, porque eres lo más grande y hermoso que dios me ha dado... siempre estaré contigo, siempre te amaré...

María josé lloró todo el día y toda la noche. 
Al día siguiente, fue al cementerio y se sentó sobre la tumba de su papá, lloró como nadie lo ha hecho y susurro:

- Papi ahora puedo comprender cuánto me amabas, yo también te amo aunque nunca te lo dije. Por eso también comprendo la importancia de decir "te amo". y te pido perdón por haber guardado silencio"...


En ese instante las copas de los árboles se movieron levemente y cayeron algunas flores, sintió María José que un suave viento rozó su cara y una brisa fresca besó sus mejillas. Alzó la mirada al cielo sintiendo una paz inmensa y dio gracias a Dios por eso. Se levantó y caminó a casa con la alegría de saber que lleva en su corazón "el amor más grande del mundo"... El corazón de su padre...